Este es un Zippo que le compré hace algunos años a un vendedor de una página de mi país. Él es de Buenos Aires y yo de Tucumán, una provincia al norte de Argentina. El ejemplar me llamó la atención por su dibujo y por su antigüedad (1963), ya que aquí no se consiguen fácilmente encendedores de esos años en buen estado. El precio recuerdo que era bastante bajo, entonces decidí comprarlo. Cuando se hizo la operación, el vendedor me dijo que lo cuidara mucho porque era de su papá, ya fallecido, y que ese hombre siempre lo tuvo como una de sus "joyitas". Esto llamó más mi atención por el precio bajo al que lo estaba vendiendo su hijo. Cuando el Zippo me llega, le aviso al vendedor que ya lo tenía y que estaba todo perfecto. Ahí el hombre me llama por teléfono y me cuenta que su papá era el Capitán Pita (el nombre de pila no recuerdo), un marinero de la época muy conocido por entonces en ese ámbito. Bueno, yo ya tenía un Zippo medianamente antiguo con el agregado especial de que había pertenecido a un capitán de la Marina. Hasta acá, la historia ya merece ser contada. Pero lo más curioso de esto es que un par de años después hicimos una reunión familiar en mi casa, en Tucumán, y entre otros vino un tío mió, primo de mi papá. Este tío, Daniel, vino con un amigo que era de Buenos Aires y se estaba hospedando en su casa por unas semanas. Por supuesto que a todos mis familiares ese día les mostré mi colección que ya contaba con unos 400 encendedores. Cuando les cuento de este ejemplar, el amigo de mi tío me interrumpe en el momento que digo "le pertenecía a un capitán de la Marina de apellido Pita..." y casi gritando dice "¡era mi tío!". Todos nos quedamos callados por unos segundos y el hombre no le sacaba la vista al encendedor. "¿Lo puedo agarrar?", me pregunta. Se lo puse en su mano y le hice mil preguntas en menos de diez segundos. Desde cómo era su apellido hasta qué era él del hombre que me lo vendió. Era Pita; el capitán era su tío por ser hermano de su papá y el que me lo vendió era su primo. En fin, se haría aún más largo este comentario si les cuento las otras respuestas. Pero ese día quedé shockeado. Creo que sigo sin creerlo. Hay 44 millones de almas en Argentina. Y ese día en mi casa estuvo el sobrino de un capitán de la Marina cuyo encendedor Zippo me pertenecía. Una ficción, pero en la vida real.